No sabemos nada del perdón

¿Mi generación no sabe pedir perdón? 


Nunca había tenido un problema de apego, me gusta ser libre y mantener con discreción mis planes y pensamientos, pero hace unos años me enfrasqué en una relación que hasta la fecha, no sé como terminar, solo porque no sé qué hacer después de lograrlo. Ahora veo que llevaba tiempo incluyendo en todos mis planes a una persona que nunca me incluirá a mí en los suyos. Estoy adolorida, triste, cansada y siento que no tengo el derecho de ser egoísta con él. Tal vez soy muy mala, me da miedo hacer daño y luego sentirme culpable.

Mi pareja no siente que lo que hace sea egoísta, pero siempre detecta cuando parece que yo lo estoy siendo. Llegamos al punto en que yo lo estoy apoyando en su trabajo, no porque me encante hacerlo sino, para que sienta que me importa, para mantener la ilusión de que juntos lograremos grandes cosas, aunque no sea cierto, pues yo no estoy haciendo más en mi vida. Me siento insatisfecha con mi relación pero no cambio nada porque ya me cansé de intentar cosas, de sentir que soy la única que ve los problemas.

Coincidentalmente, la mayoría de mis amigas están en una situación similar; no sé si se trate de atracción, de que pienso mucho en esto y por eso es lo que detecto en otros, pero todos estamos metidos en un caos en el que aceptamos meternos, aunque no fuimos capaces de imaginar que la vida nos arrastraría así. Estoy casi segura de que cuando elegimos a nuestros compañeros, teníamos el corazón puesto en trabajar en la mejor de las historias de amor, teníamos una ilusión mayor al miedo, pero ahora es al revés. 

En lo particular, mi relación parece una competencia de bondad, donde uno hace lo mejor por el otro a causa de culpas y miedo, no porque estemos en un punto de éxtasis y ágape. Nos hemos vuelto diminutos en un mundo en el que solo el amor nos puede hacer sentir grandes. Y a los demás los veo como me veo a mí misma, atorados en sus errores, presos de un "te quiero" que se riega por la mañana y que por la noche marchita. No nos vamos, "porque el amor es así, algo complicado, y aún lo que no entendemos debe ser respetado". Pero a veces pienso, que ni ellos ni nosotras, ni nadie tiene el valor de soltar la mano del otro, porque le tenemos miedo a eso de perdonar y tener que ser perdonados.


¿Es que nos da miedo que el otro piense que no nos importó? ¿Donde van a quedar todas las experiencias juntos? ¿Qué será de nuestras palabras, promesas y sueños? ¿Porqué no podemos quedar como amigos de las personas a las que más nos entregamos?

De verdad, parece que los "millenials" somos más egocéntricos que centrados, más enfocados en la sensibilidad y la culpa que en la libertad. Solo nos ponemos la máscara de ser audaces, pero el audaz real no se pone a pedirle permiso al miedo.

Siempre va a ser más sencillo nombrar culpables, que estudiar en el alma lo que el perdón significa.
Creíamos que perdonar era aceptar lo que no nos gusta y que complacer era parte de pedir perdón, pero ya no queremos flores que huelan a desesperación, palabras que se pronuncien desde la vulnerabilidad, ni de esos planes en los que se asoman los secretos escondidos. Ya nada puede justificar que no queramos seguir, más que la verdad. Cada quien tiene que perdonarse por lo que hizo o no, sin obstruir la felicidad del otro. Y aunque haya juicios, dudas y mal entendidos, irse solo es el siguiente paso para escalar la montaña.

Irse solo es el siguiente nivel en el juego de la vida.

Ágatha Affair

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